Durante todo el siglo XX, principalmente durante la segunda mitad, el territorio colombiano presenció una profunda transformación a partir de la urbanización y concentración de la mayoría de la población en las áreas urbanas y en especial en las grandes ciudades, proceso generado especialmente por el desarrollo progresivo de redes de comunicación y transporte, la integración de los mercados regionales, la conformación de un mercado nacional y los procesos de industrialización urbana.
De una población predominantemente rural, caracterizada por la baja densidad, asentamientos en poblados y ciudades pequeñas, aislamiento relativo por las difíciles condiciones de comunicación interna hasta los primeros treinta años, el territorio se transformó rápidamente después de los cuarenta. La transición demográfica se consolidó a través de un proceso masivo de urbanización y reestructuración regional alrededor de Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, los centros regionales donde se asentaron las actividades económicas, sociales y político-administrativas más importantes. Dicha evolución transcurre de manera sostenida hasta los años noventa, cuando Bogotá, D. C. gana primacía en el plano económico.
Con ello, Colombia pasó de ser un país rural a uno predominantemente urbano. En el censo de 1938, la población urbana era menos de la mitad de la población del país. La transición ocurrida entre los sesenta y los noventa se evidenció en el Censo de 1993 cuando la proporción de población rural solo alcanzaba a ser del 30%. Para el Censo de 2005, el proceso de urbanización constató su profundización mostrando que la población nucleada en las cabeceras municipales superiores a diez mil habitantes alcanzaba los treinta y cuatro millones, mientras que menos de diez millones habitaban en áreas dispersas.
El crecimiento del nivel de urbanización más reciente ha tenido como fuerzas propulsoras, particularmente durante la última década del siglo XX y la primera del actual, la migración interna que ha tenido como procesos generadores la concentración de la tierra, la agudización del conflicto por el control territorial por parte fuerzas ilegales y la incidencia de la apertura económica iniciada durante los noventa en el contexto de la globalización. Estos procesos dieron como resultado una continuada crisis de la agricultura y la evidencia de la desigualdad económica y social entre las regiones, mostrando, por lo tanto, grandes brechas transicionales tanto epidemiológicas como demográficas.
2.1. REFERENTES HISTÓRICOS DEL POBLAMIENTO
EN COLOMBIA
La comprensión de la configuración territorial, las dinámicas del poblamiento y ocupación, los vectores de cambio sociodemográfico y los procesos económico-sociales que caracterizan a Colombia a comienzos del siglo XXI –contexto en el que se llevó a cabo el primer censo del siglo- , no solo son el resultado de la relación de los determinantes físico-geográficos, sino que son también el producto de los procesos histórico-sociales presentes en la configuración del territorio que hoy tenemos como nación. Así, la configuración del territorio colombiano, al igual que el de las demás sociedades, no se consolida al margen del tiempo ni de los procesos históricos, sino que es el fruto de sus interacciones.
Las instituciones económicas impuestas en la Colonia, «mercedes reales», la encomienda y la mita, la gran hacienda y las «reducciones» de indios, establecieron la concentración para el control de la tierra, dando origen a un patrón de poblamiento y ocupación, conflictivo y violento, determinado por la minería del oro y la plata, la disponibilidad de fuerza de trabajo indígena y por la accesibilidad a las metrópolis coloniales (Melo, 1978). De esta manera se concentró la población en tres áreas principales: el litoral y las llanuras costeras del Caribe; las vertientes hidrográficas incluidas sus cordilleras, valles y el altiplano cundiboyacense; y la vertiente del Pacífico ocupada desde el Sur (Palacios y Safford, 2002).
Luego de la hecatombe demográfica de la Conquista y la Colonia, las colonizaciones de las laderas cundinamarquesas y santandereanas fueron el inicio del repoblamiento del territorio entre el río Magdalena y la vertiente interior de la cordillera oriental. Para finales del siglo XIX, le siguió la colonización antioqueña que no sólo completó el poblamiento de todas las vertientes andinas (lo que hoy son los departamentos de Caldas, Risaralda, Quindío, Norte del Valle y Norte del Tolima), sino que introdujo un nuevo patrón singular de apropiación y uso del suelo con base en la mediana propiedad, el trabajo familiar y la producción cafetera dirigida al mercado mundial (Parsons, 1950; Melo, 1990; y Palacios 2003). Paralelamente, el fundo terrateniente de ganadería extensiva definió el patrón de propiedad y uso de las extensas llanuras del Caribe y, más tarde, de las sabanas orientales de la Altillanura.
Al proceso de colonización antioqueña, que se hizo extensivo hasta la segunda mitad del siglo XX, le siguieron sucesivas etapas la colonización de las fronteras internas y la colonización de altura principalmente en Santander y Norte de Santander, el valle medio del Magdalena Medio, el Urabá, Chocó, Cauca y las estribaciones de los Montes de María; y, desde finales del siglo XIX, el piedemonte llanero y del norte de la selva amazónica (Guaviare, Caquetá, Vichada y Guainía). La colonización del noroccidente de la Amazonia se inició después de los años cincuentas del siglo XX (Villegas, 1978).
En lo referente a las áreas urbanas, Bogotá, D. C. Cali, Medellín, Cartagena, Santa Marta, Popayán, Pasto, Tunja y Pamplona, consolidadas a lo largo de tres siglos de dominio colonial, constituyeron el sistema urbano principal, engranaje comercial y red de gobierno sobre el cual se consolidó la República a lo largo del siglo XIX. Más tarde, durante el período de consolidación republicana, estas se consolidaron como la red de las principales ciudades de la actual Colombia.
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